Ha sido un día nefasto. De esos que llegas a casa con el cuerpo revuelto, y lo peor de todo es que todavía no ha acabado. Reviso el correo casi sin ganas, porque es lo que toca. Y entonces se me iluminan los ojos. Allí está ella, allí están ellos, que aunque se vayan bien lejos, aparecen como si ya supieran lo que ha pasado y siempre tengan la formula mágica para arreglarlo, el botón adecuado que hay que pulsar cuando las cosas no marchan bien. Amores míos, la buena vida y tupers dispersos por el mundo.
Siempre nos quedará Nacho, sí. Y el Hoppípolla. Sube el volumen. Whatever.
Amor, amor, amooor…