Mi verano particular

El verano como tal empieza a quedar atrás. Atrás queda el Paraíso y demás actividades acuáticas. Atrás los estreses laborales. Atrás las visitas improvisadas y a toda velocidad. Atrás décadas pasadas y eventos festivaleros. Fue un verano complejo, diferente.

Me sumerjo ahora en un presente con vistas de futuro, en mi verano particular. Es tiempo de cambios, de revelaciones. Vuelvo a magullarme el dedo meñique del pie, tal y como, casualmente, hice siete años atrás tal día como hoy. Pero ahora soy otra. Una señal de que esta vez debo cambiar el rumbo, y lo hago. Durante tres días soy el dedo que sujeta a una pequeña flor de montaña que empieza su andadura particular. Arranco cebollas y observo como los cordericos luchan por seguir en pie. Puros y hojas de laurel entre las ropas viejas me revuelven los pensamientos. Regreso por la “tierra madre”, por mi desierto. Y traspaso las puertas del pasado con la cabeza bien alta, sin que me tiemblen las piernas, sin apenas tropiezos. A veces las malas noticias consiguen unirte un poquito más, si cabe. Me sonrío al descubrir mis viejos cuadernos de la guardería: “Personas que cuidan de mí: el zapatero y la médica”. Libros, cuadernos, tebeos, juguetes y cintas de cassette me recuerdan todo lo bueno que tuve, todo lo que fui, todo lo que fuimos. Y el por qué de lo que soy, de lo que seremos. Me entretengo conversando con la vecina, que escoba la calle a la vieja usanza. Y termino la semana cerrando círculos. Así, ahora, me dispongo a dibujar un nuevo círculo, pero con muchas intersecciones.

Sin darme cuenta, he empezado a recargar pilas. Esta vez sí. Estoy preparada para maletas y packaging, mudanzas y checking. Para viajar y que me viajen. ¡Ya llego, ya llego!

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