Días extraños

Si hoy hubiera sido un lunes “normal”, ahora mismo estaría con la crónica del fin de semana… Mi incursión en la noche fata del viernes. La tan esperada paella del sábado, en mitad del desierto con 38 a la sombra, por lo menos. Los “cuánto tiempo” y las batallitas de la infancia. Y el sushi improvisado.

Pero no, hoy me he levantado, supongo, con el pie equivocado. Nada más despertar mis gafas se parten por la mitad. Verídico. Debía ser una señal de “mejor no lo veas”. En el microclima canfraqués, hemos pasado por todos los estados climático-primaverales. Pero el aguacero de diez minutos del mediodía me ha caído todo a mí encima, entre correos y la casita, con manoletinas y pantalón corto. Chupida, vamos. Me río yo del “bien fresqueta que estarás este verano, allá en las montañas”. Y en la oficina, con el proyectito del agua al cuello, nunca mejor dicho… Bien se vale que me quedan un par de días para escaparme, y mientras tanto con los preparos me olvido un poco.

Bajo de la oficina y no sé si empezar por la declaración de la renta, por ir a pasar la itv, o por los acuses de recibo que nadie recibe. Pero, creo que no es el día. Hoy debe ser un día de esos de escribir desesperaciones en el blog, a ver si así lo suelto y no me parece todo tan malo. Igual son los posos del fin de semana. O que estoy cansa, de tanto ir y venir y no llegar a ninguna parte. O será de la calor que pasé, que se me ha debido quedar el cerebro medio derretido. Menos mal que a la vuelta de la urbanidad pensaré que sí, que no se está tan mal aquí, y que por lo menos, estoy fresqueta.

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